El pasado 17 de agosto se cumplieron los 115 años del primer accidente mortal de automóvil, a consecuencia de un atropello. Ese día, el 17 de agosto de 1896, una mujer de 44 años, Bridget Driscoll (en la imagen rodeada por el círculo), paseaba tranquilamente acompañada de su hija de 16 años hacia las fiestas de la Liga Católica de la Cruz de Inglaterra. Un automóvil conducido por Arthur Edsall (concretamente, un Roger-Benz) circulaba a tan sólo 6 kms/h (otras fuentes dicen que 7 kms/h, tampoco es tan significativo). La mujer se quedó tan sorprendida de ver un coche que se mantuvo inmóvil.
El automóvil le dio entonces un golpe y la mujer murió como consecuencia de las heridas recibidas en la cabeza. El médico, también sorprendido, diría al certificar la muerte: “confío en que esta clase de absurdo no ocurra nunca más”.
El conductor del automóvil tenía solo 3 semanas de prácticas con el coche, y por entonces circular era un pequeño caos (solo había 20 coches y no se ponían de acuerdo sobre qué lado de la carretera utilizar). Es llamativo también que se concluyó como causa de la muerte el exceso de velocidad del coche, especificando las autoridades, además, que para la señora le fue imposible esquivarlo. Y eso que el motor del vehículo hacía más ruido que un camión de bomberos. Desde entonces, se estima que más de 550.000 personas han muerto en las carreteras de todo el Reino Unido.
Pocos años después la inquietud por mejorar la seguridad, debido a las cada vez más llamativas cifras de muertos en las carreteras, fue creciendo. A principios se utilizaban para las pruebas automóvils con cadáveres en su interior, cubiertos por vendas y se les inyectaba un líquido parecido a la sangre y se les colocaban diversos instrumentos en los huesos para medir la presión de fuerza que se necesitaba para partirlos. Todo iba más o menos bien, hasta que estalló la polémica cuando se comenzaron a experimentar con cadáveres de bebés.
Tuvieron que pasar aún bastantes años más, en los años 40 del siglo pasado, y fue precisamente la marca Daimler-Benz quien comenzó a diseñar todos sus coches pensando en la seguridad. En los años 60 se comenzaron a realizar las primeras pruebas prácticas en condiciones reales, y fueron en esos años cuando empezaron a diseñarse las primeras zonas de deformación programada o carrocerías de seguridad. Pero si antes se habían utilizado cadáveres, ahora eran personas vivas, auténticos cobayas que se dejaban estrellar a veces contra algún muro o contra otros autos, sin cinturón de seguridad, a cambio de una retribución económica. Esto hacía que en más de una ocasión la prueba acabase con la vida de los sufridos probadores, por lo que en 1966 el gobierno de Estados Unidos ordenó una serie de normas básicas para la seguridad. Normas que fueron poco a poco el punto de partida del desarrollo de estandares similares en el resto de países.
Gracias a este tipo de normativas comenzaron a desarrollarse diversos programas de seguridad, el más famoso fue el VES, que dio origen, entre otros, al famoso airbag.
En 1971 se comienzan a incorporar los primeros dummies para los crash test, maniquíes con sensores que en la actualidad pueden llegar a costar miles de euros. Aunque nos parezcan más lejanas, las pruebas de crash test de vehículo contra vehículo, por ejemplo, no serían ensayadas en programas prácticos hasta 1997.