Podríamos pensar que la idea de un vehículo de transporte unipersonal, eléctrico y muy eficiente ha sido cosa de la última década. Prototipos como el Opel RAK e, el Audi Urban Concept o el Volkswagen Nils están en boca de todos durante estos días, pero lo que muchos no saben es que la idea tiene mucho, mucho tiempo. Dejando a un lado experimentos de final del Siglo XIX, uno de los primeros monoplazas eléctricos producidos en masa fue el Slaby-Beringer, en cuya construcción intervino el fundador de la marca DKW.
Esta marca era una de las que junto a Audi, Horch y Wanderer formaron un consorcio llamado Auto Union que posteriormente pasaría a conocerse como Audi a secas. El Slaby-Beringer fue idea del Dr. Rudolf Slaby, que construyó un prototipo eléctrico en 1919 – hace 92 años – para su uso personal. El diseño atrajo tanta atención de la industria y del público, que en asociación con su colega Hermann Beringer fundaron una sociedad con el propósito de producir el pequeño eléctrico con un mayor volumen.
Simple hasta el extremo y poco más que una caja con ruedas, el Slaby-Beringer estaba propulsado por una batería de 12 celdas, con una tensión de sólo 24 voltios. El coche teníia cuatro ruedas, un indicador de carga, dos palancas y una barra móvil que actuaba como volante. Simple, pero eficiente y efectivo. Un pedido inicial de 100 unidades fue encargado por Jörgen Skafte Rasmussen, patrón de DKW, que a principios de los años 20 era uno de los principales fabricantes alemanes de motocicletas.
Ante la demora y la creciente inflación en la Alemania post-Primera Guerra Mundial, DKW asumió un tercio de las acciones de Slaby-Beringer Automobilgesellschaft e intervino directamente en el proceso de producción con su experiencia en las motocicletas. Tras comenzar a producir motores eléctricos propios, la empresa recibió un pedido de 200 unidades procedente de Japón y en el mismo año entregó 214 unidades en su mercado doméstico. Pronto la demanda de Japón captó toda su capacidad productiva.
in embargo, la inestabilidad monetaria de la República de Weimar era tal que los depósitos en moneda extranjera ya no eran asumibles y cesó la exportación de los pequeños eléctricos. En 1923 DKW dotó al pequeño de un motor de motocicleta de baja cilindrada, pero la muerte del Slbay-Beringer ya estaba sentenciada, cesando su producción al inicio de 1924, 87 años antes de que los grandes fabricantes alemanes resucitasen el concepto de movilidad eléctrica urbana de bajo coste.