En los años 50 y a principios de los 60, el alba de la era nuclear debía, o al menos así lo suponían, llevar la humanidad al futuro en un abrir y cerrar de ojos. De repente todo parecía posible, desde coches que volaban hasta cocinas totalmente automatizadas. En Europa, tras dos guerras mundiales, algunos países empezaron a disponer de una energía barata.
El desarrollo de los submarinos y navíos nucleares por algunos ejércitos en esa época llevó los diseñadores a crear concept cars que, supuestamente, debían reflejar el futuro de la automoción. Animados por energía nuclear no sería necesario repostar nunca en la vida útil del coche.
Pero las fantasías poco duraron. Y es que los inconvenientes de la realidad de la energía nuclear eran demasiado numerosos e importantes. Para empezar el reactor sería demasiado pequeño para poder producir energía, salvo en caso de usar material militar, pero entonces el más mínimo encontronazo en un cruce supondría un mini holocausto nuclear.
Muchos diseñadores asumieron que se inventarían campos de fuerza o materiales ligeros que protegieran los ocupantes del coche de las radiaciones. Y evidentemente, todavía no se han inventado. La realidad es que se determinó que para que la protección fuese efectiva en uno de esos concept cars, las protecciones necesarias emplearían 50 toneladas de plomo.
Y aunque de vez en cuando se sigue pensando en la energía nuclear para animar un coche, como el Thorium de baja radiación propuesto en el Cadillac Wolrd Thorium Concept del salón de Chicago de 2009, resulta divertido recordar que hubo una época en la que se consideró seriamente que podría ser una solución de movilidad. Desde entonces, Chernobil, Three Mile Island y Fukushima nos han recordado que la energía nuclear no es algo que debamos tomarnos a la ligera.
En esta ocasión os proponemos un viaje al pasado, cuando la creatividad iba de la mano de la ingenuidad, para recordar algunas de las creaciones más famosas de la época. El traje antirradiación no va incluido.
Arbel Symétric - 1958
La Segunda Guerra Mundial dejó Europa en ruinas, tanto en sentido literal como figurado, por lo que la idea de hacer mucho con poco era el pan de cada día. El Arbel Symétric fue el fruto de una empresa de I+D francesa creada en la posguerra con el objetivo de crear un vehículo que fuese económico en carburante.
El folleto de la época habla del Genestatom, un reactor nuclear de 40 kW que utilizaba un efecto termo-eléctrico para accionar el motor con residuos radioactivos. La fuente de energía se debía de cambiar cada 5 años. Además, el Arbel Symétric contaba con parachoques luminiscentes en la oscuridad. Arbel nunca tuvo la oportunidad de desarrollar su coche luminiscente, no solamente el gobierno francés no lo veía con buen ojo sino que la empresa desapareció en 1959 bajo una montaña de deudas.
Ford Nucleon - 1958
Incluso con su aspecto de crcue de pick-up con muscle car y nombre de superhéroe, el Ford Nucleon nunca llega a materializarse como concept car. En 1958, el estudio de diseño de Ford llegó a realizar una maqueta, pero nunca paso de esa fase. Sus creadores hablaba de un reactor nuclear de pequeñas dimensiones, similar en su diseño a los empleados en submarinos nucleares. Sus diseñadores hacían mención de un repostaje cada 5.000 millas.
Para "repostar" bastaría con intercambiar el reactor cuyo combustible se había agotado por otro nuevo. El habitáculo estaba echado hacia delante para proteger al máximo los pasajeros del reactor situado detrás. Aún así, la cantidad de protección y plomo necesarios para ello habría dado unas dimensiones monstruosas al coche. Los diseñadores de Ford esperaban que se inventará algún tipo de protección fina y ligera que habría permitido al Nucleon llegar a ser una realidad. El Nucleon sirvió de inspiración para los coches del videojuego Fallout, mientras que la maqueta de 1958 se puede ver en el Henry Ford.
Museum.
Simca Fulgur - 1959
Si hay un coche que pudo servir de inspiración para el coche de los Jetsons (Los Supersónicos, en España) sin duda ha de ser el Simca Fulgur. Aunque la firma francesa nunca tuvo intención de hacerlo volar, su aspecto da la sensación que está listo para despegar. Era un ejercicio de diseño y nunca se plantearon en serio una aplicación en la calle. Desvelado en el salón de Ginebra de 1959, este concept car era la visión de Simca de cómo serían los coches del año 2000. El motor sería atómico, se controlaría por comando vocal y se guiaría mediante radar. Curiosamente, el Fulgur tiene tan sólo dos ruedas y mantiene su equilibrio gracias a un giroscopio. De un cierto modo, en muchos puntos acertaron...
Studebaker-Packard Astral -1959
El Astral debutó en el South Bend Art Center y fue posteriormente expuesto en el salón de Ginebra. Esta propuesta jugó a fondo la baza de la ciencia ficción. Cuenta con una sola rueda y, una vez más, el equilibrio se consigue gracias a un giroscopio, también se supone que debía deslizar sobre un cojín de aire encima del agua. Para proteger los pasajeros de las radiaciones: un campo de energía que también habría hecho imposible las colisiones con otros coches. Ninguna de las dos marcas siguió en activo mucho más tiempo como para poder llegar a ver algún día el mundo en el que su Astral podría haber existido. Packard se fue a la quiebra en 1958 y Studebaker siguió el mismo fatal destino en 1967. Tras pasar un tiempo en diferentes exposiciones está ahora en el Museo Petersen de Los Angeles junto a los modelos de calle de las dos marcas.
Ford Seattle-ite XXI - 1962
La segunda propuesta de Ford de un coche atómico fue presentada el 20 de abril de 1962 en la Feria Mundial de Seattle. El coche incluye una serie de elementos que hoy en día nos parecen de lo más normal: navegador interactivo, ordenador de a bordo. Incluso cuenta con carrocería y motor -nuclear- intercambiables. El motor era, en toería, un compacto reactor nuclear. La dirección por joystick y las seis ruedas tampoco llegaron a la fabricación en serie. Algún que otro carrocero, como Jensen, lo intentó con las 6 ruedas pero fue un fracaso.
Una de los aspectos más llamativos del coche era el frontal que se podía quitar y dejar en el garaje con el eje delantero, teniendo así un compacto para moverse por la ciudad. Desde entonces, las marcas y los estudios de diseño han estado cada x tiempo tonteando con la idea de un coche modular y sigue siendo una idea llamativa hoy en día.