Rust Heinz era un joven emprendedor, heredero de la familia Heinz, propietaria de una de las marcas de comida más conocidas en Estados Unidos y parte del mundo. A finales de los años 30 el emprendedor decidió aventurarse en la producción de un vehículo de lujo que dejase a todos con la boca abierta. Así, ideó el Phantom Corsair, del que sólo existe una unidad producida en todo el mundo. En una época en la que un coche estándar no llegaba a los 1.000$, Heinz estableció un precio de 15.000$.
Tras producir un modelo a escala, Rust Heinz acudió a los carroceros californianos Chistian Bohman y Marice Schwartz, cuya tarea era producir un prototipo. El coche empleado como base era un Cord 812, con un complejo subchasis, motor V8 y tracción delantera. La carrocería fue construida íntegramente en aluminio, con refuerzos internos tubulares. Al ser los pasos de rueda cubiertos un requerimiento de diseño la carrocería hubo de ser ensanchada de manera generosa.
Este coupé de superlujo pintado en color negro tenía un aspecto amenazador. Sería un coche digno de Darth Vader si Star Wars hubiese tenido una ambientación Art Decó. El frontal tenía un capó con entradas de ventilación abundantes y unos faros que parecían inspirados en los ojos de un pez. El parabrisas era muy pequeño y estaba partido en dos. En general la superficie acristalada del coche era muy pequeña, lo que contribuía sin duda a otorgar al coche un aspecto poderosamente siniestro.
Era capaz de albergar en su interior a seis pasajeros y su instrumentación estaba inspirada en la aeronáutica, incluso con paneles de botones colocados en el techo. El aislamiento del coche era sobresaliente, con una contundente capa de corcho y goma colocada entre carrocería y habitáculo. Con todo, el coche pesaba más de dos toneladas, por lo que el motor 4.7 Lycoming V8 aumentó su potencia desde los 115 CV de fábrica hasta unos interesantes 190 CV.
Gracias a una aerodinámica de ensueño, era capaz de alcanzar los 185 km/h, una velocidad terrorífica para los años 30 del pasado siglo. Tenía dirección asistida, suspensión neumática y un novedoso sistema de climatización integral. No era un coche exento de problemas: la fiabilidad era escasa y la colocación del motor impedía una refrigeración óptima, por lo que al coche le daban “calentones” frecuentes. El prototipo tuvo un coste de producción de 24.000$, una auténtica fortuna.
Era hora de comenzar la promoción comercial del coche, que no tuvo éxito alguno. Apareció en un anuncio a página completa en Esquire Magazine, fue el coche del protagonista en una película de David O. Selznick y apareción en Popular Science, además de un stand en la World Fair de 1938. Con todo, era un diseño demasiado adelantado a unos tiempos que preferían un lujo más tradicional. Ha sido completamente restaurado y ya ha ganado varios concursos de elegancia.