Un coupé de los años 50 potenciado y brutalizado 60 años después de su lanzamiento. Nos gusta, y nos gusta mucho.
Aunque parezca simplemente una restauración de un clásico, es mucho más que eso. Para empezar, el chasis es un Art Morrison personalizado, en cuyos travesaños se sienta un motor General Motors moderno. Es un 6.2 V8 LS3 de 430 CV de potencia. Es el motor que monta el Chevrolet Camaro o el Corvette C6. Va asociado a una caja de cambios automática GM 4L65E, que envía sin filtros toda la potencia al eje trasero.
Un detalle curioso es que las ruedas, que parecen sacadas de un desguace, son unidades nuevas creadas desde cero con un torno de control numérico (CNC). La carrocería ha recibido un tratamiento que la hace parecer oxidada, una de las claves del estilo rat rod, junto a suspensiones rebajadas que dejan la carrocería a escasos centímetros del suelo. Los neumáticos son unos BF Goodrich de alto rendimiento, por lo que este Business Coupe debería tener un buen agarre y dinámica interesante.
El habitáculo no se ha descuidado, con un tapizado en piel de cocodrilo y búfalo, naturales, no réplicas sintéticas. El volante también tiene un forro especial, y un diseño específico creado desde cero. Por el resto, el habitáculo mantiene el espíritu del vehículo original, aunque con tecnología escondida como un manos libres Parrot. El toque final de exclusividad lo pone un recubrimiento para el techo de origen Bentley y alfombrillas de lana fabricadas por Rolls-Royce, idénticas a las que llevan los Ghost y Phantom.
Un capricho en toda regla, brutalidad y músculo, con toques de refinamiento exclusivo.