Me llamo Manuel y soy de Ferrol.
Hace alrededor de 6 años me embarqué en la aventura de cambiar mi coche de entonces, un Daewoo Kalos 1.4 que todavía sigue dando guerra, por algo mejor dinámicamente, una tarea que, si habéis conducido un Kalos alguna vez, sabréis que no es muy difícil.
La idea era buscar un clásico o casi-clásico compacto con apariencia deportiva que, además de conducirse bien, ofreciese un puntito de exclusividad por tratarse de un modelo poco visto, aun cuando ello significase que encontrar piezas fuese complicado.
El objetivo inicial era el Volvo 480 Turbo, un modelo que siempre me ha gustado mucho, pero tampoco le hubiese hecho ascos a un Audi TT MK1, o a otros modelos que, aunque estuvieron en la primera quiniela, no recuerdo ya.
El caso es que, tras comentar mis planes con mi padre, me dijo "no te compres un coche viejo, que estarás siempre en el taller", así que subí notablemente mi presupuesto, que en aquel momento rondaba los 4.000 €, y tras contemplar por un momento la posibilidad de comprar un BMW serie 1, me acabé haciendo con un Honda CR-Z híbrido que supuso mi primer contacto con los coches japoneses.
Aunque es un gran coche, con un comportamiento dinámico muy bueno, y con ese puntito de exclusividad que yo buscaba, nunca llegue a estar del todo satisfecho con el CR-Z, principalmente por el respecto que me daba meterle mano a un coche que destaca por su complejidad electrónica, asi que un par de años después de comprarlo lo puse a la venta, con la idea de adquirir algo más simple.
Tras casi dos años a la venta, algo en lo que tuvo bastante que ver la pandemia en la que nos encontramos, conseguí vender el coche y adquirir, en su lugar, un Honda Civic EG5 de 1993 que, si bien cumple las premisas de ofrecer un buen comportamiento dinámico, una apariencia deportiva, y un punto de exclusividad, es un modelo que no me dice demasiado y, llegado el punto de empezar a meterle dinero en serio, y aprovechando que este modelo tiene bastante mercado, decidí vendérselo a alguien que lo valorase más que yo.
Y esto nos lleva al momento actual, en el que dicho Civic está a punto de salir en dirección a su nuevo hogar (se va a principios del mes que viene), y en el que toca buscar un nuevo modelo para sustituirlo.
Tras descartar bastantes modelos, entre ellos el Volvo 480 Turbo y el Mazda MX-3, por no caber en ellos (mido más de 1.90), decidí adquirir un Mazda 323F (BA), por ser un modelo de apariencia deportiva que, lo habéis adivinado, ofrece un buen comportamiento dinámico y un puntito de exclusividad, además de continuar conduciendo un coche japonés, pensando inicialmente en la versión V6, y descartandola luego en favor de la versión 1.8i de 115 CV. por resultar más conveniente.
Viendo que encontrar un Mazda 323F de esa generación en mi zona iba a resultar bastante complicado, y no queriendo ir a Valencia o Barcelona a buscarlo, empecé a valorar otras opciones que, no siendo japonesas, cubriesen en mayor o menor medida mis preferencias, mirando con buenos ojos el Audi A3 de primera generación en su versión 1.8 Turbo, que luego descarté por su supuesta falta de fiabilidad y, recientemente, un Opel Astra G que, pese a ser un modelo común, tiene ese puntito de exclusividad que yo valoro en la versión Coupe Bertone, la cual cuenta además con un aspecto más deportivo, y un motor atmosférico bastante potente en la versión 2.2 (visto lo visto, prefiero evitar turbos).
Ya os iré contando en que acaba el culebrón.
Hace alrededor de 6 años me embarqué en la aventura de cambiar mi coche de entonces, un Daewoo Kalos 1.4 que todavía sigue dando guerra, por algo mejor dinámicamente, una tarea que, si habéis conducido un Kalos alguna vez, sabréis que no es muy difícil.
La idea era buscar un clásico o casi-clásico compacto con apariencia deportiva que, además de conducirse bien, ofreciese un puntito de exclusividad por tratarse de un modelo poco visto, aun cuando ello significase que encontrar piezas fuese complicado.
El objetivo inicial era el Volvo 480 Turbo, un modelo que siempre me ha gustado mucho, pero tampoco le hubiese hecho ascos a un Audi TT MK1, o a otros modelos que, aunque estuvieron en la primera quiniela, no recuerdo ya.
El caso es que, tras comentar mis planes con mi padre, me dijo "no te compres un coche viejo, que estarás siempre en el taller", así que subí notablemente mi presupuesto, que en aquel momento rondaba los 4.000 €, y tras contemplar por un momento la posibilidad de comprar un BMW serie 1, me acabé haciendo con un Honda CR-Z híbrido que supuso mi primer contacto con los coches japoneses.
Aunque es un gran coche, con un comportamiento dinámico muy bueno, y con ese puntito de exclusividad que yo buscaba, nunca llegue a estar del todo satisfecho con el CR-Z, principalmente por el respecto que me daba meterle mano a un coche que destaca por su complejidad electrónica, asi que un par de años después de comprarlo lo puse a la venta, con la idea de adquirir algo más simple.
Tras casi dos años a la venta, algo en lo que tuvo bastante que ver la pandemia en la que nos encontramos, conseguí vender el coche y adquirir, en su lugar, un Honda Civic EG5 de 1993 que, si bien cumple las premisas de ofrecer un buen comportamiento dinámico, una apariencia deportiva, y un punto de exclusividad, es un modelo que no me dice demasiado y, llegado el punto de empezar a meterle dinero en serio, y aprovechando que este modelo tiene bastante mercado, decidí vendérselo a alguien que lo valorase más que yo.
Y esto nos lleva al momento actual, en el que dicho Civic está a punto de salir en dirección a su nuevo hogar (se va a principios del mes que viene), y en el que toca buscar un nuevo modelo para sustituirlo.
Tras descartar bastantes modelos, entre ellos el Volvo 480 Turbo y el Mazda MX-3, por no caber en ellos (mido más de 1.90), decidí adquirir un Mazda 323F (BA), por ser un modelo de apariencia deportiva que, lo habéis adivinado, ofrece un buen comportamiento dinámico y un puntito de exclusividad, además de continuar conduciendo un coche japonés, pensando inicialmente en la versión V6, y descartandola luego en favor de la versión 1.8i de 115 CV. por resultar más conveniente.
Viendo que encontrar un Mazda 323F de esa generación en mi zona iba a resultar bastante complicado, y no queriendo ir a Valencia o Barcelona a buscarlo, empecé a valorar otras opciones que, no siendo japonesas, cubriesen en mayor o menor medida mis preferencias, mirando con buenos ojos el Audi A3 de primera generación en su versión 1.8 Turbo, que luego descarté por su supuesta falta de fiabilidad y, recientemente, un Opel Astra G que, pese a ser un modelo común, tiene ese puntito de exclusividad que yo valoro en la versión Coupe Bertone, la cual cuenta además con un aspecto más deportivo, y un motor atmosférico bastante potente en la versión 2.2 (visto lo visto, prefiero evitar turbos).
Ya os iré contando en que acaba el culebrón.