He aquí mi puntilla mañanera, dedicada a criticar una de las tendencias
cada día más en boga en el mundo de los aficionados y clientes del
sector automovilístico: el forofismo desmedido y sin sentido ni base.
Ser forofo de una marca, defenderla a muerte, llegar a límites como
proteger sus productos, sean cuales sean sus características o
cualidades, es algo que sólo debería ser menester de los trabajadores de
la propia marca y sus concesionarios.
El forofismo mal entendido hace que el mundo del automóvil pierda
productos de calidad. ¿Cómo? Es bien sencillo. La industria del
automóvil puede diferenciar a las marcas que lo integran en dos grandes
sectores: marcas racionales y marcas aspiracionales.
Las primeras reducen toda su estrategia a ofrecer el mejor producto que
puedan al menor precio posible. A veces lo consiguen, otras veces no.
Cuando lo logran, no siempre obtienen un éxito de ventas. En cambio, las
marcas del segundo tipo, las aspiracionales, tienden a crear productos
que a priori resultan tecnológicamente mejores, pero sus grandes
esfuerzos comunicativos no versan sobre la calidad del producto, sino
sobre los valores intangibles de la marca, esos que nadie puede tocar,
probar o palpar, pero que a la postre hacen que el subcosciente de sus
clientes acabe traicionándolos para comprar "un Pepito", porque "tener
un Pepito es guay". (Nótese que no voy a usar nombres de marcas reales
ni concretos para no desatar la furia asesina de algún lector o jefe de
prensa que se sienta atacado).
Si
todo los clientes aspiraran a comprar el mejor coche posible, y
valoraran todos por igual, contemplando toda la oferta existente, las
marcas centrarían sus esfuerzos única y exclusivamente en desarrollar
mejores productos al mejor precio posible, a fin de mantenerlos
competitivos.
Es el típico caso de las naranjas. Vas al supermercado y te encuentras
varias mallas con naranjas. Unas tienen buen aspecto, otras peor, unas
valen más que otras. ¿Al final por cuál optas? Por la que mejor pinta
tenga, obviamente. Si hay dos con buena pinta, entonces atacarás la más
barata. ¿Por qué? Porque comprar la más cara, independientemente de cómo
esté, no te aporta un extra intangible: no vas a poder fardar ante tu
vecino de lo caras que son las naranjas que compras (de hecho, si lo
haces, probablemente tu vecino comenzará a considerarte un bicho raro).
Con los coches aspiracionales pasa algo similar. Por un dinero dado, hay
marcas que te ofrecen un coche determinado, donde el valor del producto
está en el mismo producto. Otras, en cambio, ofrecen un valor añadido
que ellas te venden como "valor de marca". Invierten decenas de millones
de euros en crear esa "sensación de marca", relacionada con lo guay que
es poseer esa marca, con los increíbles logros históricos y deportivos
de la misma, o con lo chic que resulta tener uno de sus productos en
comparación con el de tu vecino. Otras, en cambio, tienen un producto
digno, pero no tienen o no meten sus recursos en crear ese "aura" de
marca. ¿Resultado? Como el ser humano es como es, la gran mayoría de los
clientes aspirarán a comprar el producto "más guay", en lugar de
valorar cuál cuenta con la mejor relación calidad-producto-precio, o lo
que es más importante para los aficionados al motor, cuál se comporta
mejor o cuál es más divertido de conducir.
Pero ésta es solo la primera mitad del problema que hoy te comento. La
otra mitad viene por parte de los defensores que a capa y espada
promulgan las excelencias de una marca que ellos han comprado. Estos
clientes fanáticos, que abundan en los oscuros mundos de internet, con
sed por comentar en cada foro, blog o página, son capaces de derramar
sangre por defender la excelencia de una marca y su estrategia
comercial, aún no conociendo de primera mano sus productos.
Este
tipo de cliente es destructivo en si mismo, es dañino para sí mismo y
para la percepción real de la industria. ¿Por qué? Es bien sencillo. El
cliente inteligente puede tener a lo largo de los años coches de
diversas marcas, y como a todos los que hemos tenido más de 10 coches en
casa, le habrán pasado cosas buenas y malas con casi todos ellos. Son
máquinas tecnológicas extremadamente complejas, con numerosas piezas
móviles, que pueden fallar. El cliente inteligente y objetivo valorará
el producto por encima de la marca que lo produce, y no asociará que,
automáticamente, cada producto que salga de "la marca Pepito" será
bueno.
Porque la marca Pepito, como todas las marcas, hará buenos productos, y
en otras ocasiones, productos menos buenos, o incluso mediocres en
ocasiones. El cliente forofo podrá defenderlos simplemente por ser "un
Pepito", pero eso es un flaco favor a la comunidad, y también a la
marca.
El valor real en la industria del automóvil está en el producto, y no en
la marca. Desgraciadamente, hace tiempo que el producto con valor ya no
es lo más importante. Ahora se vende imagen, se venden intangibles
aspiracionales que sólo se logran a través de arriesgadas y carísimas
campañas de marketing destinadas a colocar a la marca en una posición
precisa de nuestra mente, y asociarla a unos valores, con las que en
ocasiones realmente no se concuerda. El objetivo final es que "la masa"
de clientes asocie "Pepito" con "guay, tecnología, superioridad, poder
económico, ser mejor que el vecino de al lado".
Que
muchas compañías inviertan prácticamente más de la mitad del dinero de
un proyecto de automóvil en campañas para modificar su posicionamiento
intangible en el mercado a través del marketing es un error, porque ese
dinero no acaba destinado en añadir más valor al producto, o mejorarlo. Y
todos somos culpables de ello, porque apreciamos al coche como algo más
que un medio de transporte o diversión, apreciamos en él también
características que se asocian al hecho de que "el coche que conduzco
habla sobre quién soy y qué situación en la vida tengo".
Somos manipulables, como seres humanos, en la decisión de nuestro
próximo coche, y estas campañas de marketing van dirigidas a ello, a
manipularnos. El usuario forofista, ese que mataría por defender su
producto, y pierde el tiempo insultando a todo el que critique a su
marca (sea o no de manera objetiva), tiene el papel del mercenanio no
remunerado, ese que a cambio de nada se encarga de hacer de "trol de
internet" defendiendo intereses ajenos.
Obviamente, existe el caso de algunos fabricantes que son capaces de
crear productos buenos, uno tras otro tras otro. Al final, eso es el
espíritu de valor de marca: fijarte en la marca que lleva una buena
serie de buenos productos para poder prejuzgar lo próximo que hagan, ya
que esperarás que siga siendo igual de bueno. Ahora bien, que no nos
tape el velo de los trabajos anteriores: hay que saber criticar cuando
toca, y aunque lleves 10 buenos productos seguidos, si el 11º es una
"patata", es de justicia reconocerlo. De la misma manera, una marca
afamada por producir productos de pésima calidad, uno tras otro, merece
la seria reconsideración de su producto a la primera que sea capaz de
fabricar un coche decente e interesante. Ahí está la clave antiforofista
o antimarquista, como quieras llamarla: valorar los hechos, y no el
nombre. Valorar el producto, y no el logo que lo envuelve.
Y
que no se me olvide, cuando hablo de producto, también hemos de
entender el servicio técnico y de atención que lo rodea. Porque cuando
adquieres un coche, también adquieres una relación obligatoria con el
comercial y con el concesionario que va a tener que mantenértelo. Y
estas son partes claves de tu relación con ese producto. Si el coche es
bueno pero el comercial y el mecánico son "idiotas", el producto en sí
mismo pierde valor.
¿Conclusión? Os animo a todos desde aquí a recuperar el espíritu
analítico, y a valorar producto a producto, uno por uno, olvidándonos y
obviando la marca que lo produce, o todo el aura intangible que lo
rodea. Tal vez así lleguemos más lejos a la hora de comprender qué coche
es el más interesante para un usuario determinado.
Porque al final todo esto va de coches, y caer en el juego de las marcas
de coches y sus tretas de imagen corporativa es rendirse a la
manipulación. Si el coche es bueno, es porque el producto es bueno, no
porque tenga uno u otro logo.
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
cada día más en boga en el mundo de los aficionados y clientes del
sector automovilístico: el forofismo desmedido y sin sentido ni base.
Ser forofo de una marca, defenderla a muerte, llegar a límites como
proteger sus productos, sean cuales sean sus características o
cualidades, es algo que sólo debería ser menester de los trabajadores de
la propia marca y sus concesionarios.
El forofismo mal entendido hace que el mundo del automóvil pierda
productos de calidad. ¿Cómo? Es bien sencillo. La industria del
automóvil puede diferenciar a las marcas que lo integran en dos grandes
sectores: marcas racionales y marcas aspiracionales.
Las primeras reducen toda su estrategia a ofrecer el mejor producto que
puedan al menor precio posible. A veces lo consiguen, otras veces no.
Cuando lo logran, no siempre obtienen un éxito de ventas. En cambio, las
marcas del segundo tipo, las aspiracionales, tienden a crear productos
que a priori resultan tecnológicamente mejores, pero sus grandes
esfuerzos comunicativos no versan sobre la calidad del producto, sino
sobre los valores intangibles de la marca, esos que nadie puede tocar,
probar o palpar, pero que a la postre hacen que el subcosciente de sus
clientes acabe traicionándolos para comprar "un Pepito", porque "tener
un Pepito es guay". (Nótese que no voy a usar nombres de marcas reales
ni concretos para no desatar la furia asesina de algún lector o jefe de
prensa que se sienta atacado).
Si
todo los clientes aspiraran a comprar el mejor coche posible, y
valoraran todos por igual, contemplando toda la oferta existente, las
marcas centrarían sus esfuerzos única y exclusivamente en desarrollar
mejores productos al mejor precio posible, a fin de mantenerlos
competitivos.
Es el típico caso de las naranjas. Vas al supermercado y te encuentras
varias mallas con naranjas. Unas tienen buen aspecto, otras peor, unas
valen más que otras. ¿Al final por cuál optas? Por la que mejor pinta
tenga, obviamente. Si hay dos con buena pinta, entonces atacarás la más
barata. ¿Por qué? Porque comprar la más cara, independientemente de cómo
esté, no te aporta un extra intangible: no vas a poder fardar ante tu
vecino de lo caras que son las naranjas que compras (de hecho, si lo
haces, probablemente tu vecino comenzará a considerarte un bicho raro).
Con los coches aspiracionales pasa algo similar. Por un dinero dado, hay
marcas que te ofrecen un coche determinado, donde el valor del producto
está en el mismo producto. Otras, en cambio, ofrecen un valor añadido
que ellas te venden como "valor de marca". Invierten decenas de millones
de euros en crear esa "sensación de marca", relacionada con lo guay que
es poseer esa marca, con los increíbles logros históricos y deportivos
de la misma, o con lo chic que resulta tener uno de sus productos en
comparación con el de tu vecino. Otras, en cambio, tienen un producto
digno, pero no tienen o no meten sus recursos en crear ese "aura" de
marca. ¿Resultado? Como el ser humano es como es, la gran mayoría de los
clientes aspirarán a comprar el producto "más guay", en lugar de
valorar cuál cuenta con la mejor relación calidad-producto-precio, o lo
que es más importante para los aficionados al motor, cuál se comporta
mejor o cuál es más divertido de conducir.
Pero ésta es solo la primera mitad del problema que hoy te comento. La
otra mitad viene por parte de los defensores que a capa y espada
promulgan las excelencias de una marca que ellos han comprado. Estos
clientes fanáticos, que abundan en los oscuros mundos de internet, con
sed por comentar en cada foro, blog o página, son capaces de derramar
sangre por defender la excelencia de una marca y su estrategia
comercial, aún no conociendo de primera mano sus productos.
Este
tipo de cliente es destructivo en si mismo, es dañino para sí mismo y
para la percepción real de la industria. ¿Por qué? Es bien sencillo. El
cliente inteligente puede tener a lo largo de los años coches de
diversas marcas, y como a todos los que hemos tenido más de 10 coches en
casa, le habrán pasado cosas buenas y malas con casi todos ellos. Son
máquinas tecnológicas extremadamente complejas, con numerosas piezas
móviles, que pueden fallar. El cliente inteligente y objetivo valorará
el producto por encima de la marca que lo produce, y no asociará que,
automáticamente, cada producto que salga de "la marca Pepito" será
bueno.
Porque la marca Pepito, como todas las marcas, hará buenos productos, y
en otras ocasiones, productos menos buenos, o incluso mediocres en
ocasiones. El cliente forofo podrá defenderlos simplemente por ser "un
Pepito", pero eso es un flaco favor a la comunidad, y también a la
marca.
El valor real en la industria del automóvil está en el producto, y no en
la marca. Desgraciadamente, hace tiempo que el producto con valor ya no
es lo más importante. Ahora se vende imagen, se venden intangibles
aspiracionales que sólo se logran a través de arriesgadas y carísimas
campañas de marketing destinadas a colocar a la marca en una posición
precisa de nuestra mente, y asociarla a unos valores, con las que en
ocasiones realmente no se concuerda. El objetivo final es que "la masa"
de clientes asocie "Pepito" con "guay, tecnología, superioridad, poder
económico, ser mejor que el vecino de al lado".
Que
muchas compañías inviertan prácticamente más de la mitad del dinero de
un proyecto de automóvil en campañas para modificar su posicionamiento
intangible en el mercado a través del marketing es un error, porque ese
dinero no acaba destinado en añadir más valor al producto, o mejorarlo. Y
todos somos culpables de ello, porque apreciamos al coche como algo más
que un medio de transporte o diversión, apreciamos en él también
características que se asocian al hecho de que "el coche que conduzco
habla sobre quién soy y qué situación en la vida tengo".
Somos manipulables, como seres humanos, en la decisión de nuestro
próximo coche, y estas campañas de marketing van dirigidas a ello, a
manipularnos. El usuario forofista, ese que mataría por defender su
producto, y pierde el tiempo insultando a todo el que critique a su
marca (sea o no de manera objetiva), tiene el papel del mercenanio no
remunerado, ese que a cambio de nada se encarga de hacer de "trol de
internet" defendiendo intereses ajenos.
Obviamente, existe el caso de algunos fabricantes que son capaces de
crear productos buenos, uno tras otro tras otro. Al final, eso es el
espíritu de valor de marca: fijarte en la marca que lleva una buena
serie de buenos productos para poder prejuzgar lo próximo que hagan, ya
que esperarás que siga siendo igual de bueno. Ahora bien, que no nos
tape el velo de los trabajos anteriores: hay que saber criticar cuando
toca, y aunque lleves 10 buenos productos seguidos, si el 11º es una
"patata", es de justicia reconocerlo. De la misma manera, una marca
afamada por producir productos de pésima calidad, uno tras otro, merece
la seria reconsideración de su producto a la primera que sea capaz de
fabricar un coche decente e interesante. Ahí está la clave antiforofista
o antimarquista, como quieras llamarla: valorar los hechos, y no el
nombre. Valorar el producto, y no el logo que lo envuelve.
Y
que no se me olvide, cuando hablo de producto, también hemos de
entender el servicio técnico y de atención que lo rodea. Porque cuando
adquieres un coche, también adquieres una relación obligatoria con el
comercial y con el concesionario que va a tener que mantenértelo. Y
estas son partes claves de tu relación con ese producto. Si el coche es
bueno pero el comercial y el mecánico son "idiotas", el producto en sí
mismo pierde valor.
¿Conclusión? Os animo a todos desde aquí a recuperar el espíritu
analítico, y a valorar producto a producto, uno por uno, olvidándonos y
obviando la marca que lo produce, o todo el aura intangible que lo
rodea. Tal vez así lleguemos más lejos a la hora de comprender qué coche
es el más interesante para un usuario determinado.
Porque al final todo esto va de coches, y caer en el juego de las marcas
de coches y sus tretas de imagen corporativa es rendirse a la
manipulación. Si el coche es bueno, es porque el producto es bueno, no
porque tenga uno u otro logo.
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